Perdido en algún punto del Camino francés...: Carrión de los Condes

La jornada de hoy no pretendía ser muy diferente a la de ayer, en el sentido de que el trayecto iba a ser llano y monótono, con lo que sabía que me iba a aburrir.
Sin embargo, mientras desayuno en el bar de la esquina, nada más abandonar el albergue ese tan bizarro, conozco a Javi, un catalán que parece simpático y un tipo abierto. Él tenía la intención de hacer sólo dos etapas, una ya cubierta desde Burgos a Carrión y la de hoy hasta León. Decidimos juntar esfuerzos y emprender así el camino hasta León. Todas las sensaciones de ayer hoy se habían transformado hoy en todo lo contrario. La pesadez en las piernas marcaba el día, así que tranquilos, que el día era largo.
Paramos en Moratinos, un típico pueblo jacobeo, más concretamente en el Hostal Moratinos, donde una amable alemana nos cuenta que acababan de abrir y que esperan lo mejor para este verano a la par que nos servía un café que a mí me supo a gloria. La verdad es que la decoración era muy curiosa, muy alemana diría yo, hice una foto.
Llegamos a Sahagún y paramos a hacer alguna fotillo a la iglesia mudéjar de S. Lorenzo.
Seguimos el Camino ¡Qué pesado se está haciendo la verdad! Menos mal que Javi lo hace todo más ameno con su conversación. Poco a poco nos vamos conociendo más y llegamos por fin a Mansilla de las Mulas, a tiro de piedra de León. Paramos a comer en La Curiosa, donde nos agasajan con una comida espectacular y un servicio exquisito y vistoso.
Y llegamos a León, por fin. Quedamos con Ángel y Berni, que también iban en bici, y vamos al albergue, muy cuidado y con una atención estupenda.
Estamos en León, hay que salir a tapear sí o sí. Los cuatro quedamos con una pareja amiga de los turolenses y nos enseñan lo mejor de las tapas de León: Mona Lisa, Camarote Madrid, Jamón Jamón e In-situ. Jeje, me acuerdo mucho de la vez anterior que estuve y de lo bien que nos lo pasamos. Tenemos que estar en el albergue antes de las 21:30 pues son las normas de cierre. Afortunadamente, en un último requiebro, convencemos al hospitalero, un irlandés muy risueño, para que nos deje tomar la última en el bar de enfrente. No sólo accede, sino que se viene con nosotros ;)
Finalmente nos vamos a acostar, que ha sido un día largo y agotador, pero con una leve sonrisa, señal de un final ameno y de confraternización.
Gracias a Irene, Rober, Javi, Ángel y Berni por esa noche tan buena.
PD: Justo antes de irnos a acostar aparece una chica de Cáceres que venía sola haciendo también el Camino. No sé si tendrá que abandonar, pero las llagas en sus pies me sirven para recordar que no puedo cometer excesos y que debo cuidarme en todo momento. Y es que llevo dos días haciendo 100 kms de ruta.